¿Tiene sexo la noticia? Si tenemos en cuenta la presencia de las mujeres en las informaciones que nombran a las mujeres y de qué manera las nombran, el mundo de la noticia es de los hombres. Las mujeres tienen un papel secundario y marcado por unas connotaciones catastrofistas, de sucesos o bien de prensa rosa. La mujer en la noticia tiene un papel residual o bien peyorativo, si no es que actúa «como» un hombre, lucha «como» un hombre… Es y se manifiesta, para entenderse, como un hombre. El hecho de ser una mujer y de actuar como una mujer la limita, informativamente hablando. La tesis del libro publicado por un grupo de mujeres de la Asociación de Mujeres Periodistas de Catalunya es acertada e interesante, los datos auténticos y la función buscada de ser un libro de estilo sobre el tratamiento de las mujeres en la información, de cara a quién hace la noticia de todos los días, útil y necesaria.
Pero todos los intentos de estudio sociológico, ya sea de presencia de las mujeres en los medios o en las noticias, tienen una carencia fundamental y cualitativa, dejan de banda el tema fundamental del» estado de no conciencia de las mujeres que trabajan a los medios acerca de su situación en las empresas». Discriminatoria de entrada aunque ellas lo nieguen, y subsidiaria del hombre en el tratamiento de la noticia. Las mismas mujeres siguen unas rutinas informativas impuestas por sumisión a la actualidad que se debe al sistema y que, por lo tanto, ignora a las mujeres como materia informativa, si no son la excepción, las víctimas, las cónyuges, la coletilla… de los hombres. Para que las mujeres sean noticia tienen que ser «hombres» en femenino, hacer como los hombres, o más que los hombres. No digo nada nuevo, Margareth Gallagher fue la primera investigadora que lo denunció ya hace muchos años. Desde entonces, las mujeres periodistas tratan de imponer su diferencia en los medios, intentan ser ellas mismas, luchar para que a la hora de seleccionar las noticias se las tenga en cuenta, sin tener que ser protagonistas de cosas demasiado extrañas. Pero muy a menudo chocan con el tapón de las mismas mujeres que no sacrificarán una noticia de portada -con protagonistas hombres- para incluir una noticia de segundo orden, con protagonistas mujeres. Una dinámica difícil de romper a pesar de que los valores de género que algunas mujeres concienciadas intentan imprimir en las redacciones y en las noticias, cada vez son menos indiscutibles. No existe ningún jefe de redacción, hombre o mujer, que no entienda que lo que es noticia manda, y las noticias, como el poder, aún son de los hombres.
Obligadas a luchar y competir
Todo esto hace, y este era el tema de fondo de este artículo, que la mayoría de mujeres, que se ven obligadas a luchar para un puesto de trabajo, o en competir con los compañeros-hombres y compañeras-mujeres para un puesto de responsabilidad en el trabajo, se empecinen en negar que no son discriminadas por razón de sexo, en el trabajo concreto o en el sueldo. Las mujeres, las periodistas también, están optando últimamente para reencontrar las gratificaciones que comportan la vida familiar, el cuidado de los hijos sobre todo, las necesidades de un hogar, el sostenimiento de una pareja, muy a menudo del mismo oficio. Las mujeres periodistas también eligen -y han tardado en hacerlo- el tiempo libre y el goce de su tiempo reproductivo, por encima del tiempo de producción de su labor, donde ya saben que tienen un techo de cristal, que en muchos casos, no podrán traspasar. Un despacho que no tendrán, una dirección al final de la pirámide jerárquica a la cual no llegarán nunca, un sueldo millonario que nunca podrán disfrutar sino es que se convierten en la marioneta sexual del sistema. Y últimamente, como decía, y de un modo muy lúcido, un techo de cristal que, aunque lo pudiesen romper, no lo harían porque el coste es demasiado alto, ¿para qué trepar a lo más alto de la pirámide construida por los hombres, dentro de un sistema de hombres, dentro de unos valores de hombres y por los hombres, que se están demostrando que son un desastre para la vida privada y pública de la humanidad?
Las mujeres ya van viendo que es muy difícil cambiar a los hombres. Que el hombre sensible de quién hablaba Anaïs Nin es un bien escaso, casi un sueño y, naturalmente, en las redacciones, un bien imposible. Porque la competitividad a secas y la puñalada en la espalda imperan sin piedad. O bien al contrario, reina la condescendencia y el sometimiento. Por lo tanto, la mayoría hacen el trabajo, de periodista también, lo mejor posible, por el mejor sueldo posible y se van a casa a gozar de su tiempo, a dominar su tiempo. Con un poco de suerte, pueden tener un compañero que las entienda y las apoye, sólo de momento, moralmente, en la lucha subterránea.
Gestionar el poder
Las mujeres, las más jóvenes, desde casa otra vez, envían mensajes de cambio a sus diarios, a sus radios, a sus televisiones, que dicen «no mandarás nunca, pero tienes toda la razón, las cosas tendrían que ser de otra manera». A estas mujeres les diría yo: no os deis por vencidas. Ciertamente no sois como los hombres y ellos nunca no os dejarán su lugar, salvo que encuentren una cosa mejor para hacer y más dinero para ganar. Pero no os encerreis en casa, no tengáis miedo a demostrar que sois las mejores, que no se trata tanto de luchar por el poder como de gestionar el poder.
Ya que no queréis renunciar a tenerlo, educad a vuestras hijas en la igualdad. Es la única manera que nuestra lucha, la de las mujeres mayores, las que no hemos renunciado nunca a competir con los hombres de igual a igual, las que nos hemos equivocado pensando que valía la pena renunciar a la pareja o a los hijos, las Marujas Torres de turno -salvando todas las distancias- las que alguna vez nos hemos apuntado a ostentar algún tipo de poder -a pesar de que limitado por el hombre importante de más arriba que nos había tocado en suerte… (siempre lo hay) no haya sido un fracaso estéril.