Artículo publicado por el secretario general de la Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP), Enric Bastardes, a la revista Luz y taquígrafos, que edita el Sindicato de Periodistas de Madrid (SPM)

La cita es para el día 5 de noviembre. Las organizaciones de periodistas encuadradas en la Federación Europea de Periodistas (FEP), rama sectorial de la Federación Internacional de Periodistas (FIP), se proponen una jornada reivindicativa en todas las grandes ciudades europeas. Bajo el anuncio de Periodismo enfermo: peligro para la democracia, se esconde el malestar de los profesionales de la información en un sinfín de crecientes preocupaciones: insoportable presión política sobre informadores; imparable concentración de medios que reduce la pluralidad; progresiva degradación de las condiciones de trabajo y precariedad salarial, serían una síntesis del diagnóstico de la enfermedad.

Los periodistas europeos han dicho basta y deciden sacar su voz a la calle. Me temo que en España no estemos a la altura de tal empeño. Me lo temo por razones varias. En primer lugar porque si los males detectados en Europa en su conjunto son alarmantes en la España actual son mucho más graves. Son pocos los medios que no hayan perdido de vista que su tarea es la de servir al derecho universal de los ciudadanos a recibir una información veraz, contrastada y de calidad. Son muchos los medios que pretenden suplantar a los poderes democráticamente constituidos marcando la agenda al Poder Judicial, al Ejecutivo y al Legislativo y pretendiendo constituirse en un único poder absoluto y absolutista. Son muchas las complicidades de medios y partidos políticos para manipular más que informar. Son muchas las opiniones canallescas y sin escrúpulos que se imponen sobre el debate plural de las ideas.

En segundo lugar no es extensa la conciencia de los periodistas de los males que le acechan, consecuencia primordialmente de la falta de estabilidad en el empleo, la escasez misma de este empleo y la degradación salarial progresiva. De esta situación se deriva una creciente insolidaridad. Los que consiguen con grandes dificultades y muchos años de esfuerzo una situación estable, prefieren mirar hacia otra parte y someterse de forma acrítica a cualquier desvarío empresarial. Los que aspiran a llegar a un puesto fijo de trabajo y a un salario por lo menos mileurista no están en condiciones de repasar deberes u obligaciones deontológicas y se olvidan pronto de lo que les enseñaron en las incontables facultades de Ciencias de la Información que han proliferado en España sin criterio alguno, lanzando a sus alumnos a un mercado saturado y a una precariedad no advertida desde los centros docentes.

En tercer lugar, y como consecuencia de todo lo dicho, las organizaciones representativas de los periodistas, es decir las sindicales, no alcanzan la fuerza suficiente para encuadrar tras de sí a toda una profesión en sus relaciones con los medios y en imponer criterios básicos de la defensa de los valores que dan razón de ser al oficio de informar.

No digamos ya de la falta de consciencia de unos poderes ejecutivos y legislativos que no han alcanzado un grado de decisión suficiente para impulsar actuaciones y legislaciones que garanticen el derecho a la información dentro de los límites y con los modelos que se han impuesto en el resto de Europa, ni las garantías laborales mínimas para un cada día creciente colectivo de periodistas a la pieza. Escribía recientemente el catedrático Josep Maria Bricall que cuando en Europa en general se han adoptado decisiones sobre problemas que discrepan de las tomadas en España hay que preguntarse en que nos estamos equivocando. A pesar de ello los periodistas europeos están alarmados y quieren reaccionar, los españoles sólo están sometidos y sin instrumentos ni legales ni organizativos suficientes para hacerlo.

Un ejemplo de la capacidad de reacción del periodismo europeo nos lo plantea con toda decisión Francia. Todos los sindicatos con representación en el sector de la información han secundado unánimemente una iniciativa del Sindicato Nacional de Periodistas de Francia (SNJ), para reclamar un estatus jurídico propio para las redacciones de todos los medios, mediando una legislación que les atribuya capacidades de decisión o de veto ante asuntos fundamentales de las decisiones de los grupos editoriales. Que lejos están de nosotros dónde muchos aún defienden que la mejor ley de prensa es la que no existe.

De aquí que haya empezado temiendo que la reacción de los periodistas españoles no esté a la altura del reto europeo. Pero estamos igualmente obligados si no queremos entrar en el pesimismo apocalíptico de que nos encontramos en la antesala del fin del periodismo y de los periodistas como algunos agoreros vienen pronosticando desde hace tiempo. Y debemos reaccionar desde los instrumentos que tenemos por débiles que aún sean. La Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP) ha de estar en la cabeza. Aglutinamos la fuerza sindical de periodistas más extensa y representativa. Crecemos a diario a pesar de la juventud de una organización cuyo sindicato más veterano cumplirá 15 años en 2008 y la federación tan sólo 6. Pero somos un ejército de irreductibles que convence cada día a más y mejores periodistas de la geografía hispana. Y no estamos solos. Otras organizaciones de periodistas encuadradas en los sindicatos mayoritarios coinciden en el diagnóstico y las recetas para salir de este tercermundismo informativo en el que se ha anclado España tras 30 años de transición inacabada. Debemos pues no desfallecer y seguir reclamando por lo menos lo que en Europa ya les parece insuficiente.

Secretario General de la FeSP