Esta quizás será la última noticia de Quatre Illes, quizás el programa de radio más efímero de la historia, puesto que sin ser de verano sólo ha durado tres meses. Tiempo suficiente, pero, como para que los poderes fácticos lo vieran amenazando, y se lo cargaran. Tras trabajar muy duro y luchar contra toda clase de elementos, conseguí que el Grupo Serra, a través de Nueva Televisión, nos hiciera la producción; que renombrados tertulianos de todos los ámbitos, así como periodistas de Prensa Ibérica, Grupo Serra, Editorial Menorca e independientes participaran; y que Quatre Illes saliera finalmente al aire dignamente el día 4 de enero de 2010. Y el proyecto gustó…a muchas y muchos. A muchísima gente, a la mayoría. A otras, como al PP, en cambio, no les cayó bien, por lo que han terminado por convertirse en los ideólogos de esta ejecución mediática, a causa de un intercambio verbal por antena –que no era de contenido político– de este periodista con un diputado conservador.
Quien propició el incidente fue el parlamentario del PP Antoni Serra, que sustituía a Miquel Jerez, contertuliano habitual. El jefe de prensa del PP, Joan Martorell, avisó del cambio con un SMS, pero no facilitó ningún teléfono de contacto del señor Sierra, ni dijo que no iría al estudio de Mallorca, y dio por supuesto que le llamaríamos a un teléfono, cuyo número desconocíamos. La reacción del diputado al darle finalmente paso al cabo de veinte minutos, fue de una fuerte virulencia verbal con descalificaciones personales y profesionales, que tuve que mitigar con mucha esgrima, para no cortarle directamente la comunicación, cosa que estuve a punto de hacer.
Al grueso del PP, en general, el programa no gustaba. No era de su cuerda. Era demasiado crítico y claro en los editoriales, que por otro lado no hacían más que reflejar el momento político actual. Y no les gustaba especialmente la tertulia de los martes, dónde había prácticamente tres diputados que se ponían de acuerdo enseguida, y uno que evidentemente discrepaba: este era el del PP. Cosa normal de acuerdo con las ideologías en las antípodas. Y las presiones desde la jefatura de prensa y de personas físicas relacionadas con los conservadores, fueron una constante hacia este periodista. Llamadas de teléfono y correos electrónicos que siempre hacían referencia al «desequilibrio de fuerzas de la tertulia», y que intentaban reducir el efecto que hacía esta nueva experiencia balear, de hacer de las cuatro islas un país de opinión diversa además de vertebrarlas a fondo informativa y territorialmente, de poner sobre la mesa una tertulia plural y ponderada, donde todas las voces tenían cabida, y dónde tuvimos la suerte de contar con una persona educada y correctísima, el diputado señor Miquel Jerez, que era del PP pero que nunca hizo ningún feo al resto, ni fue maleducado ni impertinente en sus valoraciones e intervenciones, ni con los otros tertulianos, ni con este periodista, pese a ser combativo en la defensa de sus posturas, como era muy lógico y evidentemente su obligación.
Los participantes habituales de la tertulia parlamentaria de los martes eran Cristina Rita, del PSIB; Eduard Riudavets, del PSM; Josep Melià, de UM; y tal y como menciono, Miquel Jerez, del PP. La conversación era diversa, amena y correcta, y los diputados, conjuntamente con el analista político Miquel Àngel Maria, continuaban en los estudios en parte la sesión de los martes en la Sala de las Carótidas. Y comentaban, casi siempre muy cordialmente, lo que se había gestado en la Cámara durante el plenario, además de la actualidad del día a día. Y todos juntos ya nos habíamos habituado y familiarizado.
Cuando hubo las detenciones más importantes relacionadas con UM, nosotros nos hemos hicimos eco editorializando al respeto, como no podría ser de otra manera en una radio pública, que quiere decir de todos, y que pagamos todos, no lo olvidemos. Y en aquellos momentos el señor Melià, acabado de nombrar presidente de UM, aguantó estoicamente tanto los comentarios del resto de tertulianos, como la línea editorial, que no hacía más que reflejar la verdad del momento. Y el señor Melià no se fue a quejar a nadie, ni fue maleducado, ni montó ningúna pataleta de llanto y de desequilibrio de opinión, y pese a tener que esperar alguna vez por problemas técnicos de las líneas, nunca faltó el respeto a este periodista en antena y en directo, como sí que hizo el otro día el señor diputado Serra. He aquí la diferencia de talante.
Queda claro que el diputado Sierra y el PP han actuado con mucha prepotencia, y que esta fue su directriz al pedir la cabeza de este que redacta, y la supresión del espacio de libertad de opinión, cosa que impensablemente han logrado.
El fin de Quatre illes es un acto perverso, que hace un flaco favor al libre albedrío editorial e informativo, y que pone los límites del miedo a la piel del resto del colectivo periodístico, que tiene familia por mantener y hipoteca por pagar, y que tras lo cual ya no actuará igual y de acuerdo con su conciencia informativa. Y propiciar esto se le llama totalitarismo, en el fondo, y en la forma. Es como la hoguera que quemaba brujas, o la horca que colgaba insurrectos para dar ejemplo al resto. ¡Ahora ya sabéis qué os puede pasar!
Ésta es una supresión reaccionaria que propicia el PP, es evidente, pero, no lo olvidemos, que no hubiera sido posible sin la colaboración necesaria de los responsables de IB3 Radio y de la dirección general del Ente Publico Ràdiotelevisió de les Illes Balears. Son los señores Alvarez y Gallego, director y subjefe de informativos respectivamente, curiosamente los mismos que hace tres meses le dieron su visto bueno y lo impulsaron, los que ahora proponen el cese del programa y de este periodista. Cosa afirmada reiteradamente y a varias personas por Antoni Martorell. Y es el señor Antoni Martorell, director general del Ente Público quien acepta la propuesta, lejos de tener solidaridad profesional, y hacer piña con quien conduce el espacio. Lo debería haber hecho por puro corporativismo, y en defensa de la profesionalidad del ramo y de la misma IB3, de agresiones verbales en directo, como las que hizo el diputado Sierra. Y por no abrir una grieta de debilidad del medio, cosa que evidentemente ha conseguido. Y esta no es ninguna buena noticia.
Las palabras del director de la radio, Víctor Álvarez, a mi persona en comunicarme el cese fueron: «el martes ya no harás el programa; debías haberte callado y pedir disculpas», como si esto fuera una radio de Albania en tiempo del comunismo más opaco, el España franquista o la Rumanía de en Ceaucescu, y en lugar de vivir en el siglo XXI todavía estuviéramos en el XVIII. Este redactor está acostumbrado a trabajar en medios dónde hay libertad y respecto de verdad, y dónde se observa el código deontológico, donde el conductor es quien manda, y dónde los jefes, por profesionales, no desautorizan a los periodistas que, precisamente también por profesionales, suelen ser atacados sistemáticamente, tal y como ha pasado en el tema que nos ocupa, aunque en este caso el estilo ha sido bajo de tono y vulgar. En cambio, ninguno de los otras diputados ha tenido nunca ningún problema, bien al contrario. Ellos lo pueden explicar. Cuánta falta hace un Colegio de Periodistas serio, en este país, que apoye los esfuerzos del actual SPIB.
Si permitimos que pasen estas cosas, lo únic que constata nuestro colectivo es debilidad. Y si en este asunto alguién realmente ha demostrado falta de profesionalidad, de cordura y de coherencia solidaria, este alguien no es nada menos que quien ha desautorizado a este periodista en la defensa del medio, de los compañeros y de si mismo. Y vamos por mal camino, si una radio pública cesa un programa y su conductor por que ha querido mantener la dignidad personal y profesional ante la opacidad y la prepotencia, que con sucesos como este, coge mucha fuerza y empuje para enfrentarse abiertamente a los medios de comunicación, y a los controvertidos periodistas. Y esto, lejos de pasar desapercibido, debería hacer verdadero miedo público, y la gente de a pie y la profesión, de ninguna manera deben quedar con la boca cerrada, deberán reaccionar, y escribir y hablar, y enseñar los dientes, y no paso temblar de miedo, como han hecho los directivos de IB3.
Conseguir las libertades de expresión y de opinión con el debido respeto, nos ha costado mucho; nos ha costado sangre y muchas vidas durante muchos años, especialmente los del oscurantismo franquista, y mucha prisión, para que ahora algunos se atreva a desvirtuar y a rebajar las ganancias logradas con tanto de esfuerzo, porque lo que decimos no les gusta. Pero debemos estar con los pies en el suelo y ser conscientes que cada país tiene los dirigentes que se merece, y cada medio de comunicación, también. Y yo no trebajaré nunca jamás en ningún medio en el cual, como me ha pasado en IB3, no me pueda sentir digno y respetado, porque ha renunciado a dar voz a la libertad de expresión por vete a saber qué oscuros intereses, y me ha dejado en la estacada. A los 54 años, puedo afirmar rotundamente que los peores lugares de trabajo que he tenido nunca, y dónde me han tratado peor de mi vida, profesional y personalmente, han sido IB3 y la costra de adláteres de sus marcas adyacentes, que para rubor de la casa, controla un imputado por corrupción: todo un hito que se sucede cada día, y que no honora precisamente este bonito país. A ver como se acabará la limpieza de la cloaca balear, y a quien más veremos en la picota. Ya lo advirtió el más valiente rei nostro senyor a Portopí hace ocho siglos, al conquistar Mallorca. Pero muy cerca de allí mismo, a Santa Ponça, parece ser que todavía están igual: «vergüenza, caballeros, vergüenza».