Joan Majó, director general de la CCRTV, ha logrado un incremento de la subvención del Gobierno de más de 50 millones de euros y ha revisado así las aportaciones del último año del primer contrato-programa (2002-2005) acordado en la época de Miquel Puig. A cambio, ha insistido en que necesita garantizar al Gobierno que desde la corporación se mantendría el gasto, y así mirar de tapar los agujeros provocados por inversiones ruinosas (Audiovisual Sport)y aventuras empresariales por razones partidistas (Media Park). Pero, como buen empresario, se ha fijado rápidamente en el gasto de personal, omitiendo otros, y se ha empecinado en «ofrecer el estancamiento de la plantilla como panacea del rigor en la gestión, sin relacionarlo con la producción que se está haciendo».

Esto ha provocado una aplicación administrativista y dogmática de la consigna de «no crecer» que llevó en pocas semanas a que se dejara de contratar personal temporal con años de trabajo en la empresa (hecho que provocó disfunciones en la realización de algunos programas) y, a la vez, a la contratación, por ejemplo, de una unidad móvil externa, con sus equipos, para cubrir un acto en el Teatre Nacional de Catalunya, por no tener que hacer uno o dos contratos «por sesiones» (de un día de duración) a dos cámaras. De esta manera se gastó mucho más dinero pero, eso sí, cargándolo en partidas que no están bajo la lupa, y se supone que así la empresa aparece como responsable de una gestión seria.

No hace falta ni decir que el comité de empresa reaccionó denunciando tanto interna como externamente estas actuaciones, convocando una asamblea y forzando una negociación sobre la decena de personas descontratadas. Porqué una cosa es reconocer la parte positiva de la orientación general del nuevo contrato-programa (2005-2008) y que la plantilla de TV3 no puede crecer indefinidamente, y la otra es aplicar mecánicamente unas directrices y frenar artificialmente la producción propia para favorecer a empresas audiovisuales que idílicamente se bautizan como «industria audiovisual catalana», pero que en la práctica se reducen unas al parasitismo de TV3 y otras a la monopolización del sector, gracies a un crecimiento obtenido con unos beneficios que, no es necesario decirlo, se han conseguido con la base de condiciones laborales desreguladas y en muchos casos claramente lesivas para los trabajadores.