Después de que, inevitablemente, hubiera movimientos políticos dentro el Gobierno, que expresaban las distintas sensibilidades de sus integrantes en lo que se refiere al problema, que se complica, el tema se trasladó al consejo de administración que, una vez más, no hizo honor a su nombre y reprodujo el debate entre las fuerzas políticas parlamentarias. Los unos proponían apoyos que nunca habían abonado cuando gobernaban; los otros estaban acomplejados por tener que votar contra una reivindicación legítima, y, de todo ello, salió un comunicado salomónico que evitaba la palabra tabú («equiparación»), pedía flexibilidad a las dos partes y partía de una oferta de la dirección general, que supuestamente ya se había enviado, pero que los trabajadores desconocían.
Lo más grave fue la iniciativa de enviar cartas personalizadas a los domicilios de cada trabajador de Catalunya Ràdio, maniobra que no sólo es una desautorización de la representatividad del comité de empresa, reconocida por el Estatuto de los Trabajadores, sino un retorno a antiguos métodos de épocas anteriores, protagonizadas, por cierto, y entre otras, por un miembro del actual consejo de administración, antiguamente director de TV3, donde ya lo había practicado. Pero además de la gravedad de la medida, hay la ridiculez, porqué esta falta de honestidad en las relaciones laborales es además completamente inútil cuando la plantilla está unida como una piña alrededor del comité, entre otras cosas porqué no reclama medidas imposibles, sino que se encuentra con una posición cerrada producto del prejuicio y de la falta de comprensión de las legítimas aspiraciones de la plantilla, provocadas por razones históricas. De momento, continuan las huelgas parciales durante el mes de julio, y el día 18, cuando se presente la programación de verano de la emisora, hay convocado un paro de 24 horas.